El maravilloso mundo de…

Abelardo Carbonó

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Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, es un legendario músico colombiano que alcanzó una cima creativa a principios de los 80 con sus grabaciones en la ciudad de Barranquilla. Su música no conoce límites y bebe del afrobeat, highlife, cumbia, compás haitiano, psicodelia… Este recopilatorio presenta la pionera y caleidoscópica obra de esta artista inclasificable: el maravilloso mundo de Abelardo Carbonó y su sonido psicodélico afrocolombiano. Compilado por Lucas Silva y con notas interiores de Etienne Sevet.

Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, nació en 1948 en Ciénaga, una pequeña ciudad entre Santa Marta y Cartagena, Colombia. Empezó a tocar la guitarra con tan solo ocho o nueve años, junto a su padre. Su familia se mudó a Barranquilla en 1959 y poco después de su llegada se enroló en la academia de policía ya que era una de las pocas oportunidades de ganarse la vida que ofrecía la ciudad. A comienzos de los años 80, Abelardo llevaba casi dos décadas en el cuerpo de policía, un trabajo que no se me daba muy bien. Con sus hermanos Jafeth (bajo) y Abel (guitarra solista), poco a poco fue formando lo que sería el núcleo de sucesivas bandas, desarrollando su sonido personal: guitarras nítidas, un bajo potente y un coro que solo las voces de hermanos pueden lograr. El sonido pop tropical, el quejido vocal, la percusión, la mezcla de guitarra rockera y tropical que se escucharía más adelante en la música de Abelardo… ya se podían apreciar en su personal manera de tocar música caribeña desde el inicio de su carrera. Aunque temas como ‘A otro perro con ese hueso’ no poseen exactamente el mismo tipo de sonido, existe ya una semejanza en cuanto a formato y arreglos. La caja vallenata, un instrumento tradicional que rara vez se usaba fuera de esos círculos, aparece aquí y Abelardo la usaría ampliamente en diferentes contextos. Con sus voces infantiles enterradas en reverb, el swingueante bajo eléctrico en contraste con la guitarra eléctrica, y la divertida letra sobre un hombre que promete demasiado mientras un coro rechaza sus afirmaciones, el tema destacaba dentro de un recopilatorio de 12 canciones editado por Sonolux y consiguió llamar la atención de la industria musical. Otros temas como ‘Quiero a mi gente’ y ‘Schallcarri’ vienen a demostrar de nuevo que el Shakara de Fela Kuti tuvo un gran impacto sobre los músicos de la costa: la influencia del África occidental y el Caribe francés se volvió más evidente en la música del grupo, a pesar de que Abelardo declarase no escuchar la radio o buscar discos. En realidad, la influencia más decisiva era la africana y afrocaribeña: iba desde los Super Negro Bantous a la música sudafricana, singles de Kenya y por supuesto música congoleña, de Camerún, Costa de Marfil, Haití, las antillas franceses… Funk y pop también eran importantes, como el vallenato, cumbia y porro por citar algunos. Durante años Abelardo disfrutó del saber hacer y la experiencia de los mejores estudios disponibles y trabajó con productores como el gran Eduardo Dávila, el Lee Perry costeño, de donde salieron sesiones memorables y colaboraciones con leyendas como Michi Sarmiento y varios artistas de la Orquesta de Dolcey Gutiérrez. El groove era la ley, y vaya groove! En sus discos para Felito, Abelardo grabó joyas como ‘La negra Kulengue’, ‘Palenque’ o ‘Carolina’, envueltas en un gran sonido y una mezcla única. Pero, por alguna razón que él no puede explicar, la continuación de esos álbumes no fue, como era de esperar, inmediata. Abelardo recuerda los problemas para dirigir el destino de la banda y las dificultades para conseguir conciertos. Finalmente se trasladó a la región de Guajira para trabajar como policía en la mina de carbón y dar clases de música en las escuelas de la empresa minera. Lo mejor de este artista todavía está por llegar. El mundo va a descubrir, por fin, el talento de este Tom Zé colombiano. Un hombre que representa el groove psicodélico del mundo musical caribeño, uno de los mejores secretos guardados de Colombia.

Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, es un legendario músico colombiano que alcanzó una cima creativa a principios de los 80 con sus grabaciones en la ciudad de Barranquilla. Su música no conoce límites y bebe del afrobeat, highlife, cumbia, compás haitiano, psicodelia…

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Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, es un legendario músico colombiano que alcanzó una cima creativa a principios de los 80 con sus grabaciones en la ciudad de Barranquilla. Su música no conoce límites y bebe del afrobeat, highlife, cumbia, compás haitiano, psicodelia… Este recopilatorio presenta la pionera y caleidoscópica obra de esta artista inclasificable: el maravilloso mundo de Abelardo Carbonó y su sonido psicodélico afrocolombiano. Compilado por Lucas Silva y con notas interiores de Etienne Sevet.

Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, nació en 1948 en Ciénaga, una pequeña ciudad entre Santa Marta y Cartagena, Colombia. Empezó a tocar la guitarra con tan solo ocho o nueve años, junto a su padre. Su familia se mudó a Barranquilla en 1959 y poco después de su llegada se enroló en la academia de policía ya que era una de las pocas oportunidades de ganarse la vida que ofrecía la ciudad. A comienzos de los años 80, Abelardo llevaba casi dos décadas en el cuerpo de policía, un trabajo que no se me daba muy bien. Con sus hermanos Jafeth (bajo) y Abel (guitarra solista), poco a poco fue formando lo que sería el núcleo de sucesivas bandas, desarrollando su sonido personal: guitarras nítidas, un bajo potente y un coro que solo las voces de hermanos pueden lograr. El sonido pop tropical, el quejido vocal, la percusión, la mezcla de guitarra rockera y tropical que se escucharía más adelante en la música de Abelardo… ya se podían apreciar en su personal manera de tocar música caribeña desde el inicio de su carrera. Aunque temas como ‘A otro perro con ese hueso’ no poseen exactamente el mismo tipo de sonido, existe ya una semejanza en cuanto a formato y arreglos. La caja vallenata, un instrumento tradicional que rara vez se usaba fuera de esos círculos, aparece aquí y Abelardo la usaría ampliamente en diferentes contextos. Con sus voces infantiles enterradas en reverb, el swingueante bajo eléctrico en contraste con la guitarra eléctrica, y la divertida letra sobre un hombre que promete demasiado mientras un coro rechaza sus afirmaciones, el tema destacaba dentro de un recopilatorio de 12 canciones editado por Sonolux y consiguió llamar la atención de la industria musical. Otros temas como ‘Quiero a mi gente’ y ‘Schallcarri’ vienen a demostrar de nuevo que el Shakara de Fela Kuti tuvo un gran impacto sobre los músicos de la costa: la influencia del África occidental y el Caribe francés se volvió más evidente en la música del grupo, a pesar de que Abelardo declarase no escuchar la radio o buscar discos. En realidad, la influencia más decisiva era la africana y afrocaribeña: iba desde los Super Negro Bantous a la música sudafricana, singles de Kenya y por supuesto música congoleña, de Camerún, Costa de Marfil, Haití, las antillas franceses… Funk y pop también eran importantes, como el vallenato, cumbia y porro por citar algunos. Durante años Abelardo disfrutó del saber hacer y la experiencia de los mejores estudios disponibles y trabajó con productores como el gran Eduardo Dávila, el Lee Perry costeño, de donde salieron sesiones memorables y colaboraciones con leyendas como Michi Sarmiento y varios artistas de la Orquesta de Dolcey Gutiérrez. El groove era la ley, y vaya groove! En sus discos para Felito, Abelardo grabó joyas como ‘La negra Kulengue’, ‘Palenque’ o ‘Carolina’, envueltas en un gran sonido y una mezcla única. Pero, por alguna razón que él no puede explicar, la continuación de esos álbumes no fue, como era de esperar, inmediata. Abelardo recuerda los problemas para dirigir el destino de la banda y las dificultades para conseguir conciertos. Finalmente se trasladó a la región de Guajira para trabajar como policía en la mina de carbón y dar clases de música en las escuelas de la empresa minera. Lo mejor de este artista todavía está por llegar. El mundo va a descubrir, por fin, el talento de este Tom Zé colombiano. Un hombre que representa el groove psicodélico del mundo musical caribeño, uno de los mejores secretos guardados de Colombia.

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Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, es un legendario músico colombiano que alcanzó una cima creativa a principios de los 80 con sus grabaciones en la ciudad de Barranquilla. Su música no conoce límites y bebe del afrobeat, highlife, cumbia, compás haitiano, psicodelia… Este recopilatorio presenta la pionera y caleidoscópica obra de esta artista inclasificable: el maravilloso mundo de Abelardo Carbonó y su sonido psicodélico afrocolombiano. Compilado por Lucas Silva y con notas interiores de Etienne Sevet.

Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, nació en 1948 en Ciénaga, una pequeña ciudad entre Santa Marta y Cartagena, Colombia. Empezó a tocar la guitarra con tan solo ocho o nueve años, junto a su padre. Su familia se mudó a Barranquilla en 1959 y poco después de su llegada se enroló en la academia de policía ya que era una de las pocas oportunidades de ganarse la vida que ofrecía la ciudad. A comienzos de los años 80, Abelardo llevaba casi dos décadas en el cuerpo de policía, un trabajo que no se me daba muy bien. Con sus hermanos Jafeth (bajo) y Abel (guitarra solista), poco a poco fue formando lo que sería el núcleo de sucesivas bandas, desarrollando su sonido personal: guitarras nítidas, un bajo potente y un coro que solo las voces de hermanos pueden lograr. El sonido pop tropical, el quejido vocal, la percusión, la mezcla de guitarra rockera y tropical que se escucharía más adelante en la música de Abelardo… ya se podían apreciar en su personal manera de tocar música caribeña desde el inicio de su carrera. Aunque temas como ‘A otro perro con ese hueso’ no poseen exactamente el mismo tipo de sonido, existe ya una semejanza en cuanto a formato y arreglos. La caja vallenata, un instrumento tradicional que rara vez se usaba fuera de esos círculos, aparece aquí y Abelardo la usaría ampliamente en diferentes contextos. Con sus voces infantiles enterradas en reverb, el swingueante bajo eléctrico en contraste con la guitarra eléctrica, y la divertida letra sobre un hombre que promete demasiado mientras un coro rechaza sus afirmaciones, el tema destacaba dentro de un recopilatorio de 12 canciones editado por Sonolux y consiguió llamar la atención de la industria musical. Otros temas como ‘Quiero a mi gente’ y ‘Schallcarri’ vienen a demostrar de nuevo que el Shakara de Fela Kuti tuvo un gran impacto sobre los músicos de la costa: la influencia del África occidental y el Caribe francés se volvió más evidente en la música del grupo, a pesar de que Abelardo declarase no escuchar la radio o buscar discos. En realidad, la influencia más decisiva era la africana y afrocaribeña: iba desde los Super Negro Bantous a la música sudafricana, singles de Kenya y por supuesto música congoleña, de Camerún, Costa de Marfil, Haití, las antillas franceses… Funk y pop también eran importantes, como el vallenato, cumbia y porro por citar algunos. Durante años Abelardo disfrutó del saber hacer y la experiencia de los mejores estudios disponibles y trabajó con productores como el gran Eduardo Dávila, el Lee Perry costeño, de donde salieron sesiones memorables y colaboraciones con leyendas como Michi Sarmiento y varios artistas de la Orquesta de Dolcey Gutiérrez. El groove era la ley, y vaya groove! En sus discos para Felito, Abelardo grabó joyas como ‘La negra Kulengue’, ‘Palenque’ o ‘Carolina’, envueltas en un gran sonido y una mezcla única. Pero, por alguna razón que él no puede explicar, la continuación de esos álbumes no fue, como era de esperar, inmediata. Abelardo recuerda los problemas para dirigir el destino de la banda y las dificultades para conseguir conciertos. Finalmente se trasladó a la región de Guajira para trabajar como policía en la mina de carbón y dar clases de música en las escuelas de la empresa minera. Lo mejor de este artista todavía está por llegar. El mundo va a descubrir, por fin, el talento de este Tom Zé colombiano. Un hombre que representa el groove psicodélico del mundo musical caribeño, uno de los mejores secretos guardados de Colombia.


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Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, es un legendario músico colombiano que alcanzó una cima creativa a principios de los 80 con sus grabaciones en la ciudad de Barranquilla. Su música no conoce límites y bebe del afrobeat, highlife, cumbia, compás haitiano, psicodelia… Este recopilatorio presenta la pionera y caleidoscópica obra de esta artista inclasificable: el maravilloso mundo de Abelardo Carbonó y su sonido psicodélico afrocolombiano. Compilado por Lucas Silva y con notas interiores de Etienne Sevet.

Abelardo Carbonó, el padrino de la champeta, nació en 1948 en Ciénaga, una pequeña ciudad entre Santa Marta y Cartagena, Colombia. Empezó a tocar la guitarra con tan solo ocho o nueve años, junto a su padre. Su familia se mudó a Barranquilla en 1959 y poco después de su llegada se enroló en la academia de policía ya que era una de las pocas oportunidades de ganarse la vida que ofrecía la ciudad. A comienzos de los años 80, Abelardo llevaba casi dos décadas en el cuerpo de policía, un trabajo que no se me daba muy bien. Con sus hermanos Jafeth (bajo) y Abel (guitarra solista), poco a poco fue formando lo que sería el núcleo de sucesivas bandas, desarrollando su sonido personal: guitarras nítidas, un bajo potente y un coro que solo las voces de hermanos pueden lograr. El sonido pop tropical, el quejido vocal, la percusión, la mezcla de guitarra rockera y tropical que se escucharía más adelante en la música de Abelardo… ya se podían apreciar en su personal manera de tocar música caribeña desde el inicio de su carrera. Aunque temas como ‘A otro perro con ese hueso’ no poseen exactamente el mismo tipo de sonido, existe ya una semejanza en cuanto a formato y arreglos. La caja vallenata, un instrumento tradicional que rara vez se usaba fuera de esos círculos, aparece aquí y Abelardo la usaría ampliamente en diferentes contextos. Con sus voces infantiles enterradas en reverb, el swingueante bajo eléctrico en contraste con la guitarra eléctrica, y la divertida letra sobre un hombre que promete demasiado mientras un coro rechaza sus afirmaciones, el tema destacaba dentro de un recopilatorio de 12 canciones editado por Sonolux y consiguió llamar la atención de la industria musical. Otros temas como ‘Quiero a mi gente’ y ‘Schallcarri’ vienen a demostrar de nuevo que el Shakara de Fela Kuti tuvo un gran impacto sobre los músicos de la costa: la influencia del África occidental y el Caribe francés se volvió más evidente en la música del grupo, a pesar de que Abelardo declarase no escuchar la radio o buscar discos. En realidad, la influencia más decisiva era la africana y afrocaribeña: iba desde los Super Negro Bantous a la música sudafricana, singles de Kenya y por supuesto música congoleña, de Camerún, Costa de Marfil, Haití, las antillas franceses… Funk y pop también eran importantes, como el vallenato, cumbia y porro por citar algunos. Durante años Abelardo disfrutó del saber hacer y la experiencia de los mejores estudios disponibles y trabajó con productores como el gran Eduardo Dávila, el Lee Perry costeño, de donde salieron sesiones memorables y colaboraciones con leyendas como Michi Sarmiento y varios artistas de la Orquesta de Dolcey Gutiérrez. El groove era la ley, y vaya groove! En sus discos para Felito, Abelardo grabó joyas como ‘La negra Kulengue’, ‘Palenque’ o ‘Carolina’, envueltas en un gran sonido y una mezcla única. Pero, por alguna razón que él no puede explicar, la continuación de esos álbumes no fue, como era de esperar, inmediata. Abelardo recuerda los problemas para dirigir el destino de la banda y las dificultades para conseguir conciertos. Finalmente se trasladó a la región de Guajira para trabajar como policía en la mina de carbón y dar clases de música en las escuelas de la empresa minera. Lo mejor de este artista todavía está por llegar. El mundo va a descubrir, por fin, el talento de este Tom Zé colombiano. Un hombre que representa el groove psicodélico del mundo musical caribeño, uno de los mejores secretos guardados de Colombia.

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