En 1990 Munster Records editaba Más suicidios de Cerebros Exprimidos. Estos mallorquines habían traspasado las fronteras insulares gracias a un mini-LP editado en Romilar-D y a una casete que recopilaba sus primeras maquetas. Su nombre dentro de la escena punk se estaba haciendo hueco gracias a un estilo personal que consistía en fusionar proto-punk con clásicas composiciones del 77 y punk californiano. No había gente entonces en este país que rindiese pleitesía a Controllers, por poner un ejemplo. El disco, a pesar de tener un sonido maquetero (fue registrado por Vicente Caldentell, experimentado músico procedente de Z-66), mostraba a una banda que paseaba sin rubor entre el punk y el sonido más primigenio del hardcore. La incorporación por aquel entonces del bajista Cañete, procedente de bandas más orientadas a la velocidad, aportó un nuevo aire y más contundencia, permitiendo al guitarrista Juanmi desmelenarse con un especial estilo que mamaba de Black Flag y New York Dolls a partes iguales. La voz arrastrada de Jaume iba desgranando historias que mostraban inadaptación, rabia y guiños al macarrismo. Bajo una lisérgica portada realizada por Josetxo Ezponda (Los Bichos), el disco fue recibido de forma casi unánime por parte de la prensa especializada como un soplo de aire fresco dentro del punk. Sin embargo, nadie es profeta en su tierra y la repercusión dentro del sector más ortodoxo fue fría, demasiado punk rock para los amantes del hardcore, y demasiado hardcore para los amantes del clásico punk rock. No obstante el disco sembró la semilla que posteriormente germinaría en los dos trabajos posteriores, Bonzomanía y Demencia, que junto a Más suicidios se convertirían en la santa trilogía del género en este país. 25 años después, Munster rescata este pedazo de historia donde unos chicos desde Palma de Mallorca consiguieron hacer tambalear una isla y ser el centro de atención a base de composiciones e historias mundanas y directas a la yugular.