Los delitos habría que juzgarlos rápidamente. Cuanto antes, mejor. Pero no está tan claro qué habría que hacer con las canciones. O quizás, sí. La historia y la reputación de ellas está llena de incongruencias, malentendidos y, más claramente aún, flagrantes injusticias. Publicadas por una industria voraz que no ha mirado jamás al futuro y que simplemente las ha considerado entretenimiento ligero, cuya única forma de evaluación no era otra que su capacidad de hacer caja, ahora y siempre, con viejas o nuevas tecnologías, lo cierto es que muchas canciones de hace años suelen tener vida más allá de ese notarial periodo que se les impone como música de temporada. Es injusto que tras un juicio sumarísimo de apenas unos segundos y comprobar que lo escuchado apenas coincide con lo que esperamos, sean condenadas arbitrariamente al ostracismo. Las chicas y sus canciones saben mucho de ello. Muchas de las músicas femeninas españolas de aquellas pasadas décadas no consiguieron llegar a su público potencial. Demasiadas. Por variados motivos, aquellas propuestas más personales y atrevidas no consiguieron atravesar las barreras que les imponía una sociedad con una visión del rol de la mujer tan estrecho como pacato. Este segundo volumen de ¡Chicas! está obligado a desmontar una vez más aquella falacia de que en las décadas de los 60 y primera mitad de los 70 las mujeres españolas apenas cantaron otra cosa que no fuese el ye-yé, la canción de autor, la copla o la canción sentimental. A pesar de todo tipo de condicionantes y arquetipos represores que estigmatizaban a la que abandonase la fila, las más valientes iniciaron caminos en nuevos roles musicales que enseguida consideraron como suyos. Embarcándose en todas aquellas innovadoras experiencias en boga, además de aquellos estilos en los que su supuesta y aceptada especialización las hizo cumbres, las chicas hispanas comenzaron a mostrar todas sus posibilidades. Ya fuese en solitario o formando parte de un grupo, junto a hombres o junto a otras mujeres, el verdadero punto de inflexión de nuestras cantantes pop más rompedoras de aquellos días fue su capacidad de asociación. De pronto, rompiendo ese aislamiento que hasta entonces las consideraba meramente un instrumento en manos masculinas, esas chicas audaces se involucraron en ambiciosos proyectos y lo intentaron de tú a tú, apropiándose de esa normalidad que se las negaba. Exquisitas experiencias de selecta vanguardia, aguerridos encuentros de líneas groove funk o aventuras de rock 70s; por supuesto tampoco faltaron a la cita sus incursiones en el twist, la bossa, el ska, el soul… o la incipiente corriente gypsy rock. Una real mayoría de edad más allá de la que marcase tanto el carnet de identidad como lo anómalo de una sociedad represiva como la española de aquellos días. La otra eventualidad que inevitablemente sacudió la escena musical de aquellas décadas, y que iba a tener mucho que ver con lo comentado anteriormente, fue el peso y la influencia que sobre nuestras músicas aportaron artistas foráneas de paso, afincadas o reclamadas para la ocasión. Un continuo ir y venir, un entrar y salir de voces de cualquier estilo musical aportando nuevos aires y nuevas ideas, enseñándonos que existían otros mundos por ahí fuera y creando aquel fascinante magma musical femenino que este segundo volumen de ¡Chicas! se honra en recuperar de nuevo. Toda una gloriosa intromisión en nuestra escena a la que se podría definir como un auténtico fenómeno rup-turista, del que las músicas aquí rescatadas serían las pruebas del prodigio, y la relación de intérpretes femeninas que alumbran este disco – muchas de ellas tristemente desconocidas u olvidadas hasta hoy – son el hermoso y aún vigente reparto de esta historia. Vicente Fabuel