Independence

Sex Museum

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-17%

15,00

Munster

Sex Museum

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SKU: SXM-02-2016  |  ,

Munster Records presenta la reedición de los primeros álbumes de Sex Museum. La serie de lanzamientos incluirá los seis primeros LPs del grupo, que serán publicados a lo largo de 2016. Con motivo de su 30 aniversario, el grupo de Madrid se ha asociado con Munster para hacer disponibles de nuevo estos discos difíciles de encontrar. Las carpetas reproducen fielmente el arte original. Remasterizados a partir de las cintas originales. Vinilo de 180g con funda interior audiófila. Incluyen CD y notas interiores en inglés y español. Producidos y supervisados por Sex Museum.

1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en tierra de nadie en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española. En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo. Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio. Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje. La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros. La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

Treinta años no son nada y el tiempo pasa volando y cuando miras atrás, te das cuenta de que llevas mucho más de la mitad de tu vida entregado al r'n'r. Así se podría resumir la historia de Sex Museum, una banda de r'n'r independiente que empezó en 1985, con la mitad de sus miembros aún menores de edad, entregados a un sonido garagero crudo y una actitud salvaje en un momento en el que la Nueva Ola Madrileña reinaba en su ciudad. Y así desde entonces hasta hoy, siempre a contrapelo, siempre disfrutando del camino menos transitado. Son treinta años, 13 discos, docenas de giras por Europa, miles de conciertos, 10 videos, dos discos en directo, otro compartido y 11 singles, además de haber participado en otro buen montón de recopilatorios y de haber puesto su música a bandas sonoras, sintonías o cabeceras de series. Y todo aderezado con la creación de un estilo artístico personal que se muestra en sus portadas, camisetas y carteles. Su peculiar singladura es un reflejo de la cambiante escena independiente española desde los años 80 hasta nuestros días, y si alguien conoce bien las luces y las sombras de la realidad musical subterránea de este país, son ellos. Ellos conectaron con una naciente realidad global alternativa y fueron capaces de importarla a una España que vivía con 20 años de retraso en la década de los 80. Si algo ha caracterizado a Sex Museum son sus ganas de tocar en directo, de salir a la carretera y vivir su aventura musical y vital como una road movie. Adelantándose por décadas a la realidad musical actual descubrieron que su funcionamiento dependía más de los conciertos que de los discos vendidos y en ello se volcaron. Desde hace décadas no han hecho otra cosa que tocar, en cualquier lugar, desde un garito pequeño hasta un estadio, eléctricos o acústicos, con su banda o en cualquiera de sus aventuras paralelas. Pioneros de la escena de garaje e independiente fueron endureciendo y radicalizando su música según giraban por Europa a principio de los 90s. Ese aprendizaje dio lugar a su personal estilo que planta sus pies entre el garaje y el hard-rock más psicodélico. Con el tiempo sus amplios gustos acabaron reflejándose en un amplio espectro musical y un espíritu inconformista que les hace saltar siempre hacia delante y a experimentar con algo nuevo en cada disco.
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Munster Records presenta la reedición de los primeros álbumes de Sex Museum. La serie de lanzamientos incluirá los seis primeros LPs del grupo, que serán publicados a lo largo de 2016. Con motivo de su 30 aniversario, el grupo de Madrid se ha asociado con Munster para hacer disponibles de nuevo estos discos difíciles de encontrar. Las carpetas reproducen fielmente el arte original. Remasterizados a partir de las cintas originales. Vinilo de 180g con funda interior audiófila. Incluyen CD y notas interiores en inglés y español. Producidos y supervisados por Sex Museum.

1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en tierra de nadie en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española. En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo. Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio. Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje. La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros. La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

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Munster Records presenta la reedición de los primeros álbumes de Sex Museum. La serie de lanzamientos incluirá los seis primeros LPs del grupo, que serán publicados a lo largo de 2016. Con motivo de su 30 aniversario, el grupo de Madrid se ha asociado con Munster para hacer disponibles de nuevo estos discos difíciles de encontrar. Las carpetas reproducen fielmente el arte original. Remasterizados a partir de las cintas originales. Vinilo de 180g con funda interior audiófila. Incluyen CD y notas interiores en inglés y español. Producidos y supervisados por Sex Museum.

1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en tierra de nadie en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española. En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo. Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio. Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje. La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros. La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

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1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en tierra de nadie en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española. En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo. Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio. Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje. La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros. La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

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