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Sombras. Spanish post-punk and dark pop 1981-1986
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Sombras. Spanish post-punk and dark pop 1981-1986
Sombras es el primer recopilatorio que dedica una amplia mirada a la parte más oscura de la naciente y vibrante escena musical española de principios de los ochenta. Incluye temas de 42 grupos, entre ellos nombres esenciales como Parálisis Permanente, Décima Víctima, Desechables, Gabinete Caligari, Derribos Arias, Ana Curra, Polanksi y el Ardor, Los Monaguillosh, Alphaville, Claustrofobia, Agrimensor K, Matrona Impúdica, Ultratruita, Ceremonia, New Buildings y muchos más. Ambos formatos contienen extensos libretos con textos a cargo del periodista Jesús Rodríguez Lenin, Beatriz Alonso Aranzábal (Los Monaguillosh) y Carlos Entrena (Décima Víctima). Acompañados de fotos de los artistas y memorabilia.
La dichosa movida… Lo mejor que se puede decir de aquel fenómeno es que fue el punto de partida y el detonante de otra cosa, de otro movimiento que no tuvo fama alguna, pero sí mucho más interés musical e intelectual, aunque el brillo del glamour se lo llevaran los fuegos fatuos de lo superficial. Este otro movimiento, en cambio, no tuvo ni nombre ni panegiristas. Se centraba en la angustia existencial (angst) descrita por el filósofo danés Søren Kierkegaard, en vez de en la jovial inocencia del tontipop de finales de los 70 y muy principios de los 80 del pasado siglo. Los tiempos no estaban para bromas. En las calles había miedo a salir de noche y, día sí y día también, se sucedían los atracos a bancos y los atentados brutales; el paro alcanzaba cifras escandalosas (porcentualmente casi similar al que asola España desde la caída de Lehman Brothers en 2008), mientras los salarios eran de miseria… Por haber, había hasta intentos de golpe de estado y la siniestra heroína iniciaba su reinado entre las drogas, antes de que el sida nos descabalgara del caballo a hostias. ¿Había que alegrarse de algo? No. El panorama era desalentador y, lógicamente, después de unos primeros años que los habíamos querido de fiesta por la muerte del Caudillo, las imágenes turbias y siniestras comenzaron a poblar el inconsciente colectivo de esa juventud desencantada, apolítica por obligación. La paradoja más extraordinaria es que fue un grupo nuevaolero y desenfadado, Ejecutivos Agresivos, el germen de este cambio de orientación. Allí confluyeron muchos personajes que iban a dar un vuelco de 180 grados a la música que se venía haciendo. Ahí estaba Carlos Entrena, su cantante, que sería uno de los fundadores del sello GASA y líder de Décima Víctima. Ahí estaba Ignacio Gasca, un chaval donostiarra conocido como Poch que, tras la disolución de Ejecutivos Agresivos, daría forma a Derribos Arias. Ahí estaba Jaime Urrutia, al que conoceremos en el futuro como cantante y guitarrista de Gabinete Caligari. Ahí estaba Juan Luis Vizcaya, que tuvo un breve paso como batería de Alaska y los Pegamoides. Ahí estaba, también, Paco Trinidad, que sería otro de los socios fundadores de GASA y, con el tiempo, llegaría a ser el principal productor discográfico de los años 80 del pasado siglo (Hombres G, Duncan Dhu…). El tránsito de una época a otra tuvo, incluso, fecha exacta: el 13 de noviembre de 1982. Aquel día se produjo en el auditorio de la Escuela de Caminos de Madrid el que iba a ser, sin que sus propios protagonistas lo supieran a ciencia cierta, el último concierto que Alaska y los Pegamoides iban a realizar en Madrid. A los fans del grupo se les regalaba con la entrada un flexi-disc (un single de vinilo flexible) que incluía dos temas inéditos –’Volar’ y ‘El jardín’–, ambos compuestos por Eduardo Benavente, con una temática y un estilo musical que no tenían nada que ver con lo que había sido Alaska y los Pegamoides hasta aquel momento. Para terminar de redondear simbólicamente aquel momento, el grupo que ejerció de telonero fue Los Monaguillosh, que en poco tiempo pasarían a convertirse en una de las formaciones más reconocidas de la naciente psicodelia siniestra. Jesús Rodríguez Lenin
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La dichosa movida… Lo mejor que se puede decir de aquel fenómeno es que fue el punto de partida y el detonante de otra cosa, de otro movimiento que no tuvo fama alguna, pero sí mucho más interés musical e intelectual, aunque el brillo del glamour se lo llevaran los fuegos fatuos de lo superficial. Este otro movimiento, en cambio, no tuvo ni nombre ni panegiristas. Se centraba en la angustia existencial (angst) descrita por el filósofo danés Søren Kierkegaard, en vez de en la jovial inocencia del tontipop de finales de los 70 y muy principios de los 80 del pasado siglo. Los tiempos no estaban para bromas. En las calles había miedo a salir de noche y, día sí y día también, se sucedían los atracos a bancos y los atentados brutales; el paro alcanzaba cifras escandalosas (porcentualmente casi similar al que asola España desde la caída de Lehman Brothers en 2008), mientras los salarios eran de miseria… Por haber, había hasta intentos de golpe de estado y la siniestra heroína iniciaba su reinado entre las drogas, antes de que el sida nos descabalgara del caballo a hostias. ¿Había que alegrarse de algo? No. El panorama era desalentador y, lógicamente, después de unos primeros años que los habíamos querido de fiesta por la muerte del Caudillo, las imágenes turbias y siniestras comenzaron a poblar el inconsciente colectivo de esa juventud desencantada, apolítica por obligación. La paradoja más extraordinaria es que fue un grupo nuevaolero y desenfadado, Ejecutivos Agresivos, el germen de este cambio de orientación. Allí confluyeron muchos personajes que iban a dar un vuelco de 180 grados a la música que se venía haciendo. Ahí estaba Carlos Entrena, su cantante, que sería uno de los fundadores del sello GASA y líder de Décima Víctima. Ahí estaba Ignacio Gasca, un chaval donostiarra conocido como Poch que, tras la disolución de Ejecutivos Agresivos, daría forma a Derribos Arias. Ahí estaba Jaime Urrutia, al que conoceremos en el futuro como cantante y guitarrista de Gabinete Caligari. Ahí estaba Juan Luis Vizcaya, que tuvo un breve paso como batería de Alaska y los Pegamoides. Ahí estaba, también, Paco Trinidad, que sería otro de los socios fundadores de GASA y, con el tiempo, llegaría a ser el principal productor discográfico de los años 80 del pasado siglo (Hombres G, Duncan Dhu…). El tránsito de una época a otra tuvo, incluso, fecha exacta: el 13 de noviembre de 1982. Aquel día se produjo en el auditorio de la Escuela de Caminos de Madrid el que iba a ser, sin que sus propios protagonistas lo supieran a ciencia cierta, el último concierto que Alaska y los Pegamoides iban a realizar en Madrid. A los fans del grupo se les regalaba con la entrada un flexi-disc (un single de vinilo flexible) que incluía dos temas inéditos –’Volar’ y ‘El jardín’–, ambos compuestos por Eduardo Benavente, con una temática y un estilo musical que no tenían nada que ver con lo que había sido Alaska y los Pegamoides hasta aquel momento. Para terminar de redondear simbólicamente aquel momento, el grupo que ejerció de telonero fue Los Monaguillosh, que en poco tiempo pasarían a convertirse en una de las formaciones más reconocidas de la naciente psicodelia siniestra. Jesús Rodríguez Lenin
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Sombras es el primer recopilatorio que dedica una amplia mirada a la parte más oscura de la naciente y vibrante escena musical española de principios de los ochenta. Incluye temas de 42 grupos, entre ellos nombres esenciales como Parálisis Permanente, Décima Víctima, Desechables, Gabinete Caligari, Derribos Arias, Ana Curra, Polanksi y el Ardor, Los Monaguillosh, Alphaville, Claustrofobia, Agrimensor K, Matrona Impúdica, Ultratruita, Ceremonia, New Buildings y muchos más. Ambos formatos contienen extensos libretos con textos a cargo del periodista Jesús Rodríguez Lenin, Beatriz Alonso Aranzábal (Los Monaguillosh) y Carlos Entrena (Décima Víctima). Acompañados de fotos de los artistas y memorabilia.
La dichosa movida… Lo mejor que se puede decir de aquel fenómeno es que fue el punto de partida y el detonante de otra cosa, de otro movimiento que no tuvo fama alguna, pero sí mucho más interés musical e intelectual, aunque el brillo del glamour se lo llevaran los fuegos fatuos de lo superficial. Este otro movimiento, en cambio, no tuvo ni nombre ni panegiristas. Se centraba en la angustia existencial (angst) descrita por el filósofo danés Søren Kierkegaard, en vez de en la jovial inocencia del tontipop de finales de los 70 y muy principios de los 80 del pasado siglo. Los tiempos no estaban para bromas. En las calles había miedo a salir de noche y, día sí y día también, se sucedían los atracos a bancos y los atentados brutales; el paro alcanzaba cifras escandalosas (porcentualmente casi similar al que asola España desde la caída de Lehman Brothers en 2008), mientras los salarios eran de miseria… Por haber, había hasta intentos de golpe de estado y la siniestra heroína iniciaba su reinado entre las drogas, antes de que el sida nos descabalgara del caballo a hostias. ¿Había que alegrarse de algo? No. El panorama era desalentador y, lógicamente, después de unos primeros años que los habíamos querido de fiesta por la muerte del Caudillo, las imágenes turbias y siniestras comenzaron a poblar el inconsciente colectivo de esa juventud desencantada, apolítica por obligación. La paradoja más extraordinaria es que fue un grupo nuevaolero y desenfadado, Ejecutivos Agresivos, el germen de este cambio de orientación. Allí confluyeron muchos personajes que iban a dar un vuelco de 180 grados a la música que se venía haciendo. Ahí estaba Carlos Entrena, su cantante, que sería uno de los fundadores del sello GASA y líder de Décima Víctima. Ahí estaba Ignacio Gasca, un chaval donostiarra conocido como Poch que, tras la disolución de Ejecutivos Agresivos, daría forma a Derribos Arias. Ahí estaba Jaime Urrutia, al que conoceremos en el futuro como cantante y guitarrista de Gabinete Caligari. Ahí estaba Juan Luis Vizcaya, que tuvo un breve paso como batería de Alaska y los Pegamoides. Ahí estaba, también, Paco Trinidad, que sería otro de los socios fundadores de GASA y, con el tiempo, llegaría a ser el principal productor discográfico de los años 80 del pasado siglo (Hombres G, Duncan Dhu…). El tránsito de una época a otra tuvo, incluso, fecha exacta: el 13 de noviembre de 1982. Aquel día se produjo en el auditorio de la Escuela de Caminos de Madrid el que iba a ser, sin que sus propios protagonistas lo supieran a ciencia cierta, el último concierto que Alaska y los Pegamoides iban a realizar en Madrid. A los fans del grupo se les regalaba con la entrada un flexi-disc (un single de vinilo flexible) que incluía dos temas inéditos –’Volar’ y ‘El jardín’–, ambos compuestos por Eduardo Benavente, con una temática y un estilo musical que no tenían nada que ver con lo que había sido Alaska y los Pegamoides hasta aquel momento. Para terminar de redondear simbólicamente aquel momento, el grupo que ejerció de telonero fue Los Monaguillosh, que en poco tiempo pasarían a convertirse en una de las formaciones más reconocidas de la naciente psicodelia siniestra. Jesús Rodríguez Lenin
Sombras es el primer recopilatorio que dedica una amplia mirada a la parte más oscura de la naciente y vibrante escena musical española de principios de los ochenta. Incluye temas de 42 grupos, entre ellos nombres esenciales como Parálisis Permanente, Décima Víctima, Desechables, Gabinete Caligari, Derribos Arias, Ana Curra, Polanksi y el Ardor, Los Monaguillosh, Alphaville, Claustrofobia, Agrimensor K, Matrona Impúdica, Ultratruita, Ceremonia, New Buildings y muchos más. Ambos formatos contienen extensos libretos con textos a cargo del periodista Jesús Rodríguez Lenin, Beatriz Alonso Aranzábal (Los Monaguillosh) y Carlos Entrena (Décima Víctima). Acompañados de fotos de los artistas y memorabilia.
La dichosa movida… Lo mejor que se puede decir de aquel fenómeno es que fue el punto de partida y el detonante de otra cosa, de otro movimiento que no tuvo fama alguna, pero sí mucho más interés musical e intelectual, aunque el brillo del glamour se lo llevaran los fuegos fatuos de lo superficial. Este otro movimiento, en cambio, no tuvo ni nombre ni panegiristas. Se centraba en la angustia existencial (angst) descrita por el filósofo danés Søren Kierkegaard, en vez de en la jovial inocencia del tontipop de finales de los 70 y muy principios de los 80 del pasado siglo. Los tiempos no estaban para bromas. En las calles había miedo a salir de noche y, día sí y día también, se sucedían los atracos a bancos y los atentados brutales; el paro alcanzaba cifras escandalosas (porcentualmente casi similar al que asola España desde la caída de Lehman Brothers en 2008), mientras los salarios eran de miseria… Por haber, había hasta intentos de golpe de estado y la siniestra heroína iniciaba su reinado entre las drogas, antes de que el sida nos descabalgara del caballo a hostias. ¿Había que alegrarse de algo? No. El panorama era desalentador y, lógicamente, después de unos primeros años que los habíamos querido de fiesta por la muerte del Caudillo, las imágenes turbias y siniestras comenzaron a poblar el inconsciente colectivo de esa juventud desencantada, apolítica por obligación. La paradoja más extraordinaria es que fue un grupo nuevaolero y desenfadado, Ejecutivos Agresivos, el germen de este cambio de orientación. Allí confluyeron muchos personajes que iban a dar un vuelco de 180 grados a la música que se venía haciendo. Ahí estaba Carlos Entrena, su cantante, que sería uno de los fundadores del sello GASA y líder de Décima Víctima. Ahí estaba Ignacio Gasca, un chaval donostiarra conocido como Poch que, tras la disolución de Ejecutivos Agresivos, daría forma a Derribos Arias. Ahí estaba Jaime Urrutia, al que conoceremos en el futuro como cantante y guitarrista de Gabinete Caligari. Ahí estaba Juan Luis Vizcaya, que tuvo un breve paso como batería de Alaska y los Pegamoides. Ahí estaba, también, Paco Trinidad, que sería otro de los socios fundadores de GASA y, con el tiempo, llegaría a ser el principal productor discográfico de los años 80 del pasado siglo (Hombres G, Duncan Dhu…). El tránsito de una época a otra tuvo, incluso, fecha exacta: el 13 de noviembre de 1982. Aquel día se produjo en el auditorio de la Escuela de Caminos de Madrid el que iba a ser, sin que sus propios protagonistas lo supieran a ciencia cierta, el último concierto que Alaska y los Pegamoides iban a realizar en Madrid. A los fans del grupo se les regalaba con la entrada un flexi-disc (un single de vinilo flexible) que incluía dos temas inéditos –’Volar’ y ‘El jardín’–, ambos compuestos por Eduardo Benavente, con una temática y un estilo musical que no tenían nada que ver con lo que había sido Alaska y los Pegamoides hasta aquel momento. Para terminar de redondear simbólicamente aquel momento, el grupo que ejerció de telonero fue Los Monaguillosh, que en poco tiempo pasarían a convertirse en una de las formaciones más reconocidas de la naciente psicodelia siniestra. Jesús Rodríguez Lenin