VVAA
¡Saoco! Vol 2
Vampisoul
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¡Saoco! Vol 2
Segundo volumen de nuestra serie dedicada a la fascinante variedad musical existente en Puerto Rico en los años 50 y 60, que abriría el camino al movimiento de la salsa. Además de bomba y plena, los principales géneros del primer volumen, los artistas aquí presentes demuestran su dominio interpretando guaracha, rumba, mambo, merengue y música jíbara tradicional. Extensas notas a cargo de Yannis Ruel ilustradas con portadas originales, fotos y memorabilia.
¡Saoco! Vol 2. Bomba, plena and the roots of salsa in Puerto Rico 1955-1967 La selección del primer volumen de ¡Saoco! incluía grabaciones de Cortijo y su Combo, Mon Rivera y otros de sus contemporáneos exclusivamente dedicadas a los ritmos de la plena y de la bomba. Aunque estas tradiciones puertorriqueñas, en particular la segunda, llegaron luego a ser parte del guiso salsero, hay otra razón para considerar a estos artistas entre los pioneros de este movimiento transnacional y polimorfo conocido como salsa. Y es que el repertorio de estos grupos nunca se restringió a estos ritmos boricuas, ni a ninguna frontera nacional. Quizás la primera particularidad de la música puertorriqueña hasta el período que nos interesa es haber sido grabada mayormente fuera de la isla, fundamentalmente en Nueva York, a donde los músicos viajaban constantemente, cuando no emigraban. Por otra parte, desde que el son había salido de Cuba en 1910, los ritmos cubanos ejercían una hegemonía sobre las grabaciones de música tropical, en particular en Nueva York y Puerto Rico, que siempre se consideró la hermana chiquita de Cuba. Se esperaba que una orquesta como las de Cortijo o Mon Rivera alternara una variedad de ritmos para complacer a su público bailador, cuyo gusto favorecía entonces las modalidades del mambo y de la guaracha. Aunque ambos géneros se consideran como cubanos, la presencia de la guaracha es tan antigua en Puerto Rico –remitiéndose a las giras que realizaban compañías cubanas de teatro bufo en la cuenca del Caribe en el siglo XIX– que es legítimo pensar que adquirió su forma moderna en un intercambio entre su fuente cubana y sus diferentes expresiones en las Antillas, incluyendo la puertorriqueña. Además de estos ritmos que iban a formar la espina dorsal de la salsa, era común que estas orquestas tocaran también un merengue, un calipso e incluso, aunque de forma más excepcional, una samba brasileña, una cumbia o un porro colombiano, un joropo venezolano o una murga panameña. Es difícil saber hasta qué punto esta variedad respondía a motivos comerciales, quizás impuestos por los sellos discográficos en su búsqueda por fomentar un mercado latino regional. Sin embargo, parece que las agrupaciones comentadas no esperaron a obtener sus primeros éxitos para desarrollar repertorios versátiles. La misma profesionalización de músico de orquesta en Puerto Rico requería ya un dominio de diferentes géneros, empezando por el jazz y la música cubana. Por otro lado, si los ritmos cubanos ejercían su hegemonía sobre la música tropical desde principios del siglo XX, su dominación solo fue acentuándose después de la revolución castrista, como consecuencia del bloqueo que permitió que grupos de Nueva York y Puerto Rico ocuparan este espacio y retomaran el repertorio de las orquestas habaneras. Ya para mediados de los 1960 la plena había pasado de moda y solamente se bailaba rumba, guaracha, descarga, charanga, pachanga… y rock’n’roll, tanto en la isla como en Nueva York. La selección de este segundo ¡Saoco! amplía su repertorio para resaltar la variedad de ritmos y estilos que caracterizaban muchas de las agrupaciones incluidas en el primer volumen. Revela una producción boricua influenciada por los sonidos de Cuba y de Nueva York, pero que también conservaba carácter propio y donde los géneros insulares de la bomba, la plena y la música campesina, vivían su época de oro.
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¡Saoco! Vol 2. Bomba, plena and the roots of salsa in Puerto Rico 1955-1967 La selección del primer volumen de ¡Saoco! incluía grabaciones de Cortijo y su Combo, Mon Rivera y otros de sus contemporáneos exclusivamente dedicadas a los ritmos de la plena y de la bomba. Aunque estas tradiciones puertorriqueñas, en particular la segunda, llegaron luego a ser parte del guiso salsero, hay otra razón para considerar a estos artistas entre los pioneros de este movimiento transnacional y polimorfo conocido como salsa. Y es que el repertorio de estos grupos nunca se restringió a estos ritmos boricuas, ni a ninguna frontera nacional. Quizás la primera particularidad de la música puertorriqueña hasta el período que nos interesa es haber sido grabada mayormente fuera de la isla, fundamentalmente en Nueva York, a donde los músicos viajaban constantemente, cuando no emigraban. Por otra parte, desde que el son había salido de Cuba en 1910, los ritmos cubanos ejercían una hegemonía sobre las grabaciones de música tropical, en particular en Nueva York y Puerto Rico, que siempre se consideró la hermana chiquita de Cuba. Se esperaba que una orquesta como las de Cortijo o Mon Rivera alternara una variedad de ritmos para complacer a su público bailador, cuyo gusto favorecía entonces las modalidades del mambo y de la guaracha. Aunque ambos géneros se consideran como cubanos, la presencia de la guaracha es tan antigua en Puerto Rico –remitiéndose a las giras que realizaban compañías cubanas de teatro bufo en la cuenca del Caribe en el siglo XIX– que es legítimo pensar que adquirió su forma moderna en un intercambio entre su fuente cubana y sus diferentes expresiones en las Antillas, incluyendo la puertorriqueña. Además de estos ritmos que iban a formar la espina dorsal de la salsa, era común que estas orquestas tocaran también un merengue, un calipso e incluso, aunque de forma más excepcional, una samba brasileña, una cumbia o un porro colombiano, un joropo venezolano o una murga panameña. Es difícil saber hasta qué punto esta variedad respondía a motivos comerciales, quizás impuestos por los sellos discográficos en su búsqueda por fomentar un mercado latino regional. Sin embargo, parece que las agrupaciones comentadas no esperaron a obtener sus primeros éxitos para desarrollar repertorios versátiles. La misma profesionalización de músico de orquesta en Puerto Rico requería ya un dominio de diferentes géneros, empezando por el jazz y la música cubana. Por otro lado, si los ritmos cubanos ejercían su hegemonía sobre la música tropical desde principios del siglo XX, su dominación solo fue acentuándose después de la revolución castrista, como consecuencia del bloqueo que permitió que grupos de Nueva York y Puerto Rico ocuparan este espacio y retomaran el repertorio de las orquestas habaneras. Ya para mediados de los 1960 la plena había pasado de moda y solamente se bailaba rumba, guaracha, descarga, charanga, pachanga… y rock’n’roll, tanto en la isla como en Nueva York. La selección de este segundo ¡Saoco! amplía su repertorio para resaltar la variedad de ritmos y estilos que caracterizaban muchas de las agrupaciones incluidas en el primer volumen. Revela una producción boricua influenciada por los sonidos de Cuba y de Nueva York, pero que también conservaba carácter propio y donde los géneros insulares de la bomba, la plena y la música campesina, vivían su época de oro.
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Segundo volumen de nuestra serie dedicada a la fascinante variedad musical existente en Puerto Rico en los años 50 y 60, que abriría el camino al movimiento de la salsa. Además de bomba y plena, los principales géneros del primer volumen, los artistas aquí presentes demuestran su dominio interpretando guaracha, rumba, mambo, merengue y música jíbara tradicional. Extensas notas a cargo de Yannis Ruel ilustradas con portadas originales, fotos y memorabilia.
¡Saoco! Vol 2. Bomba, plena and the roots of salsa in Puerto Rico 1955-1967 La selección del primer volumen de ¡Saoco! incluía grabaciones de Cortijo y su Combo, Mon Rivera y otros de sus contemporáneos exclusivamente dedicadas a los ritmos de la plena y de la bomba. Aunque estas tradiciones puertorriqueñas, en particular la segunda, llegaron luego a ser parte del guiso salsero, hay otra razón para considerar a estos artistas entre los pioneros de este movimiento transnacional y polimorfo conocido como salsa. Y es que el repertorio de estos grupos nunca se restringió a estos ritmos boricuas, ni a ninguna frontera nacional. Quizás la primera particularidad de la música puertorriqueña hasta el período que nos interesa es haber sido grabada mayormente fuera de la isla, fundamentalmente en Nueva York, a donde los músicos viajaban constantemente, cuando no emigraban. Por otra parte, desde que el son había salido de Cuba en 1910, los ritmos cubanos ejercían una hegemonía sobre las grabaciones de música tropical, en particular en Nueva York y Puerto Rico, que siempre se consideró la hermana chiquita de Cuba. Se esperaba que una orquesta como las de Cortijo o Mon Rivera alternara una variedad de ritmos para complacer a su público bailador, cuyo gusto favorecía entonces las modalidades del mambo y de la guaracha. Aunque ambos géneros se consideran como cubanos, la presencia de la guaracha es tan antigua en Puerto Rico –remitiéndose a las giras que realizaban compañías cubanas de teatro bufo en la cuenca del Caribe en el siglo XIX– que es legítimo pensar que adquirió su forma moderna en un intercambio entre su fuente cubana y sus diferentes expresiones en las Antillas, incluyendo la puertorriqueña. Además de estos ritmos que iban a formar la espina dorsal de la salsa, era común que estas orquestas tocaran también un merengue, un calipso e incluso, aunque de forma más excepcional, una samba brasileña, una cumbia o un porro colombiano, un joropo venezolano o una murga panameña. Es difícil saber hasta qué punto esta variedad respondía a motivos comerciales, quizás impuestos por los sellos discográficos en su búsqueda por fomentar un mercado latino regional. Sin embargo, parece que las agrupaciones comentadas no esperaron a obtener sus primeros éxitos para desarrollar repertorios versátiles. La misma profesionalización de músico de orquesta en Puerto Rico requería ya un dominio de diferentes géneros, empezando por el jazz y la música cubana. Por otro lado, si los ritmos cubanos ejercían su hegemonía sobre la música tropical desde principios del siglo XX, su dominación solo fue acentuándose después de la revolución castrista, como consecuencia del bloqueo que permitió que grupos de Nueva York y Puerto Rico ocuparan este espacio y retomaran el repertorio de las orquestas habaneras. Ya para mediados de los 1960 la plena había pasado de moda y solamente se bailaba rumba, guaracha, descarga, charanga, pachanga… y rock’n’roll, tanto en la isla como en Nueva York. La selección de este segundo ¡Saoco! amplía su repertorio para resaltar la variedad de ritmos y estilos que caracterizaban muchas de las agrupaciones incluidas en el primer volumen. Revela una producción boricua influenciada por los sonidos de Cuba y de Nueva York, pero que también conservaba carácter propio y donde los géneros insulares de la bomba, la plena y la música campesina, vivían su época de oro.
Segundo volumen de nuestra serie dedicada a la fascinante variedad musical existente en Puerto Rico en los años 50 y 60, que abriría el camino al movimiento de la salsa. Además de bomba y plena, los principales géneros del primer volumen, los artistas aquí presentes demuestran su dominio interpretando guaracha, rumba, mambo, merengue y música jíbara tradicional. Extensas notas a cargo de Yannis Ruel ilustradas con portadas originales, fotos y memorabilia.
¡Saoco! Vol 2. Bomba, plena and the roots of salsa in Puerto Rico 1955-1967 La selección del primer volumen de ¡Saoco! incluía grabaciones de Cortijo y su Combo, Mon Rivera y otros de sus contemporáneos exclusivamente dedicadas a los ritmos de la plena y de la bomba. Aunque estas tradiciones puertorriqueñas, en particular la segunda, llegaron luego a ser parte del guiso salsero, hay otra razón para considerar a estos artistas entre los pioneros de este movimiento transnacional y polimorfo conocido como salsa. Y es que el repertorio de estos grupos nunca se restringió a estos ritmos boricuas, ni a ninguna frontera nacional. Quizás la primera particularidad de la música puertorriqueña hasta el período que nos interesa es haber sido grabada mayormente fuera de la isla, fundamentalmente en Nueva York, a donde los músicos viajaban constantemente, cuando no emigraban. Por otra parte, desde que el son había salido de Cuba en 1910, los ritmos cubanos ejercían una hegemonía sobre las grabaciones de música tropical, en particular en Nueva York y Puerto Rico, que siempre se consideró la hermana chiquita de Cuba. Se esperaba que una orquesta como las de Cortijo o Mon Rivera alternara una variedad de ritmos para complacer a su público bailador, cuyo gusto favorecía entonces las modalidades del mambo y de la guaracha. Aunque ambos géneros se consideran como cubanos, la presencia de la guaracha es tan antigua en Puerto Rico –remitiéndose a las giras que realizaban compañías cubanas de teatro bufo en la cuenca del Caribe en el siglo XIX– que es legítimo pensar que adquirió su forma moderna en un intercambio entre su fuente cubana y sus diferentes expresiones en las Antillas, incluyendo la puertorriqueña. Además de estos ritmos que iban a formar la espina dorsal de la salsa, era común que estas orquestas tocaran también un merengue, un calipso e incluso, aunque de forma más excepcional, una samba brasileña, una cumbia o un porro colombiano, un joropo venezolano o una murga panameña. Es difícil saber hasta qué punto esta variedad respondía a motivos comerciales, quizás impuestos por los sellos discográficos en su búsqueda por fomentar un mercado latino regional. Sin embargo, parece que las agrupaciones comentadas no esperaron a obtener sus primeros éxitos para desarrollar repertorios versátiles. La misma profesionalización de músico de orquesta en Puerto Rico requería ya un dominio de diferentes géneros, empezando por el jazz y la música cubana. Por otro lado, si los ritmos cubanos ejercían su hegemonía sobre la música tropical desde principios del siglo XX, su dominación solo fue acentuándose después de la revolución castrista, como consecuencia del bloqueo que permitió que grupos de Nueva York y Puerto Rico ocuparan este espacio y retomaran el repertorio de las orquestas habaneras. Ya para mediados de los 1960 la plena había pasado de moda y solamente se bailaba rumba, guaracha, descarga, charanga, pachanga… y rock’n’roll, tanto en la isla como en Nueva York. La selección de este segundo ¡Saoco! amplía su repertorio para resaltar la variedad de ritmos y estilos que caracterizaban muchas de las agrupaciones incluidas en el primer volumen. Revela una producción boricua influenciada por los sonidos de Cuba y de Nueva York, pero que también conservaba carácter propio y donde los géneros insulares de la bomba, la plena y la música campesina, vivían su época de oro.