La Banda Trapera del Río
Mentemblanco
Munster
La Banda Trapera del Río
Mentemblanco
Surgieron hechos un espumarajo, vomitados en la nada, de la nada. Una ciudad dormitorio de la periferia barcelonesa, Cornellá, depósito de inmigrantes abandonado a su negra suerte. Un país que llevaba cuarenta años en la inopia, España, empujado a espabilar de golpe si no quería perder la órbita capitalista. La Banda Trapera del Río emulsionó por sorpresa en tan confuso concierto con devastadora certidumbre, la puntería precisa. Su especificidad, saber concretar una crítica social a esas dos realidades a las que pertenecía, haciéndolo con espontaneidad, sin otro espejo que su propio reflejo. ''Nadie es nada'', decían, ''nosotros somos todo''. En conciencia expuestos a la militancia obrera, musicalmente ungidos en el hard rock que por entonces bramaba en futbolines y discotecas, la Trapera traía consigo una voluntad propia. Arrogantes, provocativos, insumisos, reportaban credibilidad mitopoética a la plana dimensión del delincuente juvenil de extrarradio, forjando un nuevo arquetipo, el del curriqui: mangui o choricillo que vive del alambre, experto en radiocassettes ajenos. Con costo, Xibeca y desparpajo proletario, sin morderse la lengua, también sin nada que perder, no le daban voz revolucionaria al curriqui, pero sí algo en lo que pensar. La Trapera sólo quería pasarlo lo mejor posible. Si algo deseaba cambiar, era la percepción colectiva de un rock, a sus ojos, apoltronado. (extracto de un texto de Jaime Gonzalo)