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¡Gózalo! Bugalú Tropical Vol.1
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¡Gózalo! Bugalú Tropical Vol.1
En Perú, durante los años 30, las orquestas bailables estaban fuertemente influenciadas por sus pares cubanas. Lo mismo ocurría en otras latitudes como en República Dominicana, Panamá, México, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y el resto del Caribe. Eran los tiempos de las big bands norteamericanas que surgieron durante y después de la segunda guerra mundial. No es sino hasta la década de los 50 que la música tropical, como se le conocía a la música del Caribe, constituye todo un fenómeno socio-cultural en Perú. Irrumpe toda una legión de excelentes músicos, cantantes y orquestas que deleitan a su audiencia, interpretando mambos, guarachas, merengues y boleros. Incluso muchas de ellas grabando para sellos discográficos locales como El Virrey, Sono Radio y MAG. de entre todas ellas cabe destacar a La Sonora de Lucho Macedo, no solo por sus logros o el prestigio internacional alcanzado, que la llevó a compartir honores con la legendaria Sonora Matancera, sino también porque en sus filas se formaron músicos como José ‘Pepe’ Hernández, Mario Allison, Carlos Hayre, Coco Lagos, Tito Chicoma, Charlie Palomares o Pablo Branda Villanueva ‘Melcochita’, todos ellos extraordinarios animadores de la época del boogaloo. Por aquellos años Perú era una plaza de destino obligada para los más grandes de la música tropical. Allí actuaban con regularidad Pérez Prado, Machito, Benny Moré, Ernesto Lecuona, Rolando La Serie, Miguelito Valdés, la orquesta Casino de la Playa o la Sonora Matancera. Además Lima recibe a Duke Ellington en el Teatro Municipal, pero también a Chubby Checker, Bill Haley & His Comets o Abbe Lane con Tito Puente primero, y con Xavier Cugat después. Se asimilan el jazz y el rock & roll, y aunque se trata en realidad de una etapa de transición, la escena se renueva. Los jóvenes músicos peruanos comienzan a experimentar, utilizan estos nuevos ritmos como plataforma enriqueciendo ese período con aportes novedosos, creativos y originales. Solicitado por la gran mayoría de agrupaciones nacionales, destaca un músico que se atreve igual con bajo, guitarra, trompeta, saxo, congas, vibráfono, flauta, bongó o timbales… el pianista Alfredo Linares. Surgen también Los Hilton’s del flautista y saxofonista Nilo Espinosa, junto al pianista Otto de Rojas, el batería Roberto Tito Cruz, el guitarrista Pedro Guajardo y los ya mencionados Charlie Palomares (percusión) y José Pepe Hernández (contrabajo). Este último liderará El Combo de Pepe durante el apogeo del boogaloo. Antes de que el boogaloo entrara en escena y se consolidara el relevo generacional, a comienzo de los años sesenta la música latina que se escuchaba en Nueva York se componía de mambo, pachanga, cha cha cha y eran las típicas orquestas cubanas o charangas las que acaparaban la audiencia. Sin embargo, pese al éxito de la música cubana y el prestigio del que gozaban algunos músicos, las comunidades boricua y cubana seguían siendo vistas con desconfianza por el conjunto de la población anglófona. En Nueva York, la falta de alojamiento obligaba a los recién llegados de Puerto Rico a instalarse en el Bronx, donde poco a poco se organizó una nueva comunidad. En medio de la agitación social, la música vino a calmar los ánimos y derribar barreras raciales. Negros y latinos compartían no solo sus frustraciones sino también sus preferencias musicales. Eran tiempos de cambio. Sin dejar de lado su influencia de ritmos latinos, estos jóvenes asimilan el soul y el rhythm and blues. Descubren a las Supremes, Joe Tex, Temptations, James Brown, Wilson Pickett, Marvin Gaye y demás estrellas de la Motown. Se da un cruce continuo de influencias originando una mezcla aditiva de sonidos atractivos y revolucionarios. Obligados a crear un nuevo ritmo que se identificara con El Barrio, consiguieron igualar el éxito alcanzado por los géneros que dominaban el mercado gracias a un estilo híbrido que reinará en las pistas de baile hasta finales de los años sesenta. Habían nacido el boogaloo y sus hermanos pequeños, el shing-a-ling y el afroloo.
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En Perú, durante los años 30, las orquestas bailables estaban fuertemente influenciadas por sus pares cubanas. Lo mismo ocurría en otras latitudes como en República Dominicana, Panamá, México, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y el resto del Caribe. Eran los tiempos de las big bands norteamericanas que surgieron durante y después de la segunda guerra mundial. No es sino hasta la década de los 50 que la música tropical, como se le conocía a la música del Caribe, constituye todo un fenómeno socio-cultural en Perú. Irrumpe toda una legión de excelentes músicos, cantantes y orquestas que deleitan a su audiencia, interpretando mambos, guarachas, merengues y boleros. Incluso muchas de ellas grabando para sellos discográficos locales como El Virrey, Sono Radio y MAG. de entre todas ellas cabe destacar a La Sonora de Lucho Macedo, no solo por sus logros o el prestigio internacional alcanzado, que la llevó a compartir honores con la legendaria Sonora Matancera, sino también porque en sus filas se formaron músicos como José ‘Pepe’ Hernández, Mario Allison, Carlos Hayre, Coco Lagos, Tito Chicoma, Charlie Palomares o Pablo Branda Villanueva ‘Melcochita’, todos ellos extraordinarios animadores de la época del boogaloo. Por aquellos años Perú era una plaza de destino obligada para los más grandes de la música tropical. Allí actuaban con regularidad Pérez Prado, Machito, Benny Moré, Ernesto Lecuona, Rolando La Serie, Miguelito Valdés, la orquesta Casino de la Playa o la Sonora Matancera. Además Lima recibe a Duke Ellington en el Teatro Municipal, pero también a Chubby Checker, Bill Haley & His Comets o Abbe Lane con Tito Puente primero, y con Xavier Cugat después. Se asimilan el jazz y el rock & roll, y aunque se trata en realidad de una etapa de transición, la escena se renueva. Los jóvenes músicos peruanos comienzan a experimentar, utilizan estos nuevos ritmos como plataforma enriqueciendo ese período con aportes novedosos, creativos y originales. Solicitado por la gran mayoría de agrupaciones nacionales, destaca un músico que se atreve igual con bajo, guitarra, trompeta, saxo, congas, vibráfono, flauta, bongó o timbales… el pianista Alfredo Linares. Surgen también Los Hilton’s del flautista y saxofonista Nilo Espinosa, junto al pianista Otto de Rojas, el batería Roberto Tito Cruz, el guitarrista Pedro Guajardo y los ya mencionados Charlie Palomares (percusión) y José Pepe Hernández (contrabajo). Este último liderará El Combo de Pepe durante el apogeo del boogaloo. Antes de que el boogaloo entrara en escena y se consolidara el relevo generacional, a comienzo de los años sesenta la música latina que se escuchaba en Nueva York se componía de mambo, pachanga, cha cha cha y eran las típicas orquestas cubanas o charangas las que acaparaban la audiencia. Sin embargo, pese al éxito de la música cubana y el prestigio del que gozaban algunos músicos, las comunidades boricua y cubana seguían siendo vistas con desconfianza por el conjunto de la población anglófona. En Nueva York, la falta de alojamiento obligaba a los recién llegados de Puerto Rico a instalarse en el Bronx, donde poco a poco se organizó una nueva comunidad. En medio de la agitación social, la música vino a calmar los ánimos y derribar barreras raciales. Negros y latinos compartían no solo sus frustraciones sino también sus preferencias musicales. Eran tiempos de cambio. Sin dejar de lado su influencia de ritmos latinos, estos jóvenes asimilan el soul y el rhythm and blues. Descubren a las Supremes, Joe Tex, Temptations, James Brown, Wilson Pickett, Marvin Gaye y demás estrellas de la Motown. Se da un cruce continuo de influencias originando una mezcla aditiva de sonidos atractivos y revolucionarios. Obligados a crear un nuevo ritmo que se identificara con El Barrio, consiguieron igualar el éxito alcanzado por los géneros que dominaban el mercado gracias a un estilo híbrido que reinará en las pistas de baile hasta finales de los años sesenta. Habían nacido el boogaloo y sus hermanos pequeños, el shing-a-ling y el afroloo.
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En Perú, durante los años 30, las orquestas bailables estaban fuertemente influenciadas por sus pares cubanas. Lo mismo ocurría en otras latitudes como en República Dominicana, Panamá, México, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y el resto del Caribe. Eran los tiempos de las big bands norteamericanas que surgieron durante y después de la segunda guerra mundial. No es sino hasta la década de los 50 que la música tropical, como se le conocía a la música del Caribe, constituye todo un fenómeno socio-cultural en Perú. Irrumpe toda una legión de excelentes músicos, cantantes y orquestas que deleitan a su audiencia, interpretando mambos, guarachas, merengues y boleros. Incluso muchas de ellas grabando para sellos discográficos locales como El Virrey, Sono Radio y MAG. de entre todas ellas cabe destacar a La Sonora de Lucho Macedo, no solo por sus logros o el prestigio internacional alcanzado, que la llevó a compartir honores con la legendaria Sonora Matancera, sino también porque en sus filas se formaron músicos como José ‘Pepe’ Hernández, Mario Allison, Carlos Hayre, Coco Lagos, Tito Chicoma, Charlie Palomares o Pablo Branda Villanueva ‘Melcochita’, todos ellos extraordinarios animadores de la época del boogaloo. Por aquellos años Perú era una plaza de destino obligada para los más grandes de la música tropical. Allí actuaban con regularidad Pérez Prado, Machito, Benny Moré, Ernesto Lecuona, Rolando La Serie, Miguelito Valdés, la orquesta Casino de la Playa o la Sonora Matancera. Además Lima recibe a Duke Ellington en el Teatro Municipal, pero también a Chubby Checker, Bill Haley & His Comets o Abbe Lane con Tito Puente primero, y con Xavier Cugat después. Se asimilan el jazz y el rock & roll, y aunque se trata en realidad de una etapa de transición, la escena se renueva. Los jóvenes músicos peruanos comienzan a experimentar, utilizan estos nuevos ritmos como plataforma enriqueciendo ese período con aportes novedosos, creativos y originales. Solicitado por la gran mayoría de agrupaciones nacionales, destaca un músico que se atreve igual con bajo, guitarra, trompeta, saxo, congas, vibráfono, flauta, bongó o timbales… el pianista Alfredo Linares. Surgen también Los Hilton’s del flautista y saxofonista Nilo Espinosa, junto al pianista Otto de Rojas, el batería Roberto Tito Cruz, el guitarrista Pedro Guajardo y los ya mencionados Charlie Palomares (percusión) y José Pepe Hernández (contrabajo). Este último liderará El Combo de Pepe durante el apogeo del boogaloo. Antes de que el boogaloo entrara en escena y se consolidara el relevo generacional, a comienzo de los años sesenta la música latina que se escuchaba en Nueva York se componía de mambo, pachanga, cha cha cha y eran las típicas orquestas cubanas o charangas las que acaparaban la audiencia. Sin embargo, pese al éxito de la música cubana y el prestigio del que gozaban algunos músicos, las comunidades boricua y cubana seguían siendo vistas con desconfianza por el conjunto de la población anglófona. En Nueva York, la falta de alojamiento obligaba a los recién llegados de Puerto Rico a instalarse en el Bronx, donde poco a poco se organizó una nueva comunidad. En medio de la agitación social, la música vino a calmar los ánimos y derribar barreras raciales. Negros y latinos compartían no solo sus frustraciones sino también sus preferencias musicales. Eran tiempos de cambio. Sin dejar de lado su influencia de ritmos latinos, estos jóvenes asimilan el soul y el rhythm and blues. Descubren a las Supremes, Joe Tex, Temptations, James Brown, Wilson Pickett, Marvin Gaye y demás estrellas de la Motown. Se da un cruce continuo de influencias originando una mezcla aditiva de sonidos atractivos y revolucionarios. Obligados a crear un nuevo ritmo que se identificara con El Barrio, consiguieron igualar el éxito alcanzado por los géneros que dominaban el mercado gracias a un estilo híbrido que reinará en las pistas de baile hasta finales de los años sesenta. Habían nacido el boogaloo y sus hermanos pequeños, el shing-a-ling y el afroloo.
En Perú, durante los años 30, las orquestas bailables estaban fuertemente influenciadas por sus pares cubanas. Lo mismo ocurría en otras latitudes como en República Dominicana, Panamá, México, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y el resto del Caribe. Eran los tiempos de las big bands norteamericanas que surgieron durante y después de la segunda guerra mundial. No es sino hasta la década de los 50 que la música tropical, como se le conocía a la música del Caribe, constituye todo un fenómeno socio-cultural en Perú. Irrumpe toda una legión de excelentes músicos, cantantes y orquestas que deleitan a su audiencia, interpretando mambos, guarachas, merengues y boleros. Incluso muchas de ellas grabando para sellos discográficos locales como El Virrey, Sono Radio y MAG. de entre todas ellas cabe destacar a La Sonora de Lucho Macedo, no solo por sus logros o el prestigio internacional alcanzado, que la llevó a compartir honores con la legendaria Sonora Matancera, sino también porque en sus filas se formaron músicos como José ‘Pepe’ Hernández, Mario Allison, Carlos Hayre, Coco Lagos, Tito Chicoma, Charlie Palomares o Pablo Branda Villanueva ‘Melcochita’, todos ellos extraordinarios animadores de la época del boogaloo. Por aquellos años Perú era una plaza de destino obligada para los más grandes de la música tropical. Allí actuaban con regularidad Pérez Prado, Machito, Benny Moré, Ernesto Lecuona, Rolando La Serie, Miguelito Valdés, la orquesta Casino de la Playa o la Sonora Matancera. Además Lima recibe a Duke Ellington en el Teatro Municipal, pero también a Chubby Checker, Bill Haley & His Comets o Abbe Lane con Tito Puente primero, y con Xavier Cugat después. Se asimilan el jazz y el rock & roll, y aunque se trata en realidad de una etapa de transición, la escena se renueva. Los jóvenes músicos peruanos comienzan a experimentar, utilizan estos nuevos ritmos como plataforma enriqueciendo ese período con aportes novedosos, creativos y originales. Solicitado por la gran mayoría de agrupaciones nacionales, destaca un músico que se atreve igual con bajo, guitarra, trompeta, saxo, congas, vibráfono, flauta, bongó o timbales… el pianista Alfredo Linares. Surgen también Los Hilton’s del flautista y saxofonista Nilo Espinosa, junto al pianista Otto de Rojas, el batería Roberto Tito Cruz, el guitarrista Pedro Guajardo y los ya mencionados Charlie Palomares (percusión) y José Pepe Hernández (contrabajo). Este último liderará El Combo de Pepe durante el apogeo del boogaloo. Antes de que el boogaloo entrara en escena y se consolidara el relevo generacional, a comienzo de los años sesenta la música latina que se escuchaba en Nueva York se componía de mambo, pachanga, cha cha cha y eran las típicas orquestas cubanas o charangas las que acaparaban la audiencia. Sin embargo, pese al éxito de la música cubana y el prestigio del que gozaban algunos músicos, las comunidades boricua y cubana seguían siendo vistas con desconfianza por el conjunto de la población anglófona. En Nueva York, la falta de alojamiento obligaba a los recién llegados de Puerto Rico a instalarse en el Bronx, donde poco a poco se organizó una nueva comunidad. En medio de la agitación social, la música vino a calmar los ánimos y derribar barreras raciales. Negros y latinos compartían no solo sus frustraciones sino también sus preferencias musicales. Eran tiempos de cambio. Sin dejar de lado su influencia de ritmos latinos, estos jóvenes asimilan el soul y el rhythm and blues. Descubren a las Supremes, Joe Tex, Temptations, James Brown, Wilson Pickett, Marvin Gaye y demás estrellas de la Motown. Se da un cruce continuo de influencias originando una mezcla aditiva de sonidos atractivos y revolucionarios. Obligados a crear un nuevo ritmo que se identificara con El Barrio, consiguieron igualar el éxito alcanzado por los géneros que dominaban el mercado gracias a un estilo híbrido que reinará en las pistas de baile hasta finales de los años sesenta. Habían nacido el boogaloo y sus hermanos pequeños, el shing-a-ling y el afroloo.