Taquicardia

Vainica Doble

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Munster

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SKU: MR-SSS 26  |  , , ,

El dúo formado por Carmen Santonja y Vainica Doble fue una figura fascinante dentro la escena musical española durante varias décadas, con un enfoque creativo inimitable. Taquicardia (1984) está considerado como uno de sus mejores y más experimentales álbumes. Folk, jazz, prog rock y música tradicional española se encuentran para crear un LP evocadoramente bello y cautivador. Notas interiores escritas por César Sánchez

En 1984 la Movida era un suceso de alcance internacional y sus hijos habían saludado a las Vainicas con la misma unción que el punk británico guardaba para ídolos teen como Marc Bolan. Pero costaría encontrar un disco de pop de esos años más impermeable a la Movida que este Taquicardia, cuyas autoras parece que ni supieran de tales devociones ni les importaran. Eternas diletantes, nada tenía de raro que la carrera de Gloria Van Aerssen (Dos Hermanas, Sevilla, 1932) y Carmen Santonja (San Sebastián, 1934) fuera avanzando casi siempre a impulsos de algún fan. Pero este salto sin red, como lo definió Mario Pacheco en alguna ocasión, solo podía cocinarse en una etiqueta respetuosa con sus artistas hasta la patología como Nuevos Medios y en un momento vital como el que atravesaba el dúo a mediados de la década. Fue el entusiasmo de Pacheco el que arrancó a la pareja de su mutismo para grabarles su sexto disco y el final de un ciclo, pues sus grabaciones posteriores serían a la postre un epílogo de lo que culminaba aquí de manera majestuosa. Elegante, clasicista, austero y, sin embargo, sonando por momentos a genuina vanguardia, Taquicardia es el reflejo de un estadio crítico en la vida de sus protagonistas. Desencantadas del escaso eco logrado por sus dos discos consecutivos para Guimbarda, los descomunales El eslabón perdido (1980) y El tigre del Guadarrama (1981), Gloria y Carmen se habían descubierto de pronto en el techo de su madurez y con las manos vacías. Célibe recalcitrante la una, enfrentada al descalabro de su matrimonio la otra, cansadas de mil mudanzas y mil empresas baldías, el dúo entrega aquí su obra más personal, introspectiva y amarga, que sin embargo, esta es la sorpresa, se despliega como por ensalmo en una soberana colección de llamadas al caos, fábulas libertarias y pletóricas canciones de amor. Amor que más parece una ensoñación del deseo y que hasta entonces se había manifestado pudorosamente fabulado, cuando no caricaturizado, en aras de la discreción de la que siempre hicieron gala. Encontramos pasión que se vuelve idolatría, coplas galantes tocadas por la gracia, pedazos de rencor conyugal, todo para desembocar en un himno de apabullante belleza como ‘Sígueme’, limpia, despojada, abrumadora. Gloria dijo sentirse tan avergonzada por el tono casi pastoral que se desprende del corte que se negó a aparecer en los créditos correspondientes. (Más tarde, por error, su nombre fue eliminado de los de ‘La funcionaria’). Por supuesto, es su voz la que lo inmortaliza, una voz por la que se cuela toda la tradición, por la que suena un país entero. Desnudas del oropel habitual con que las hubieron vestido los años precedentes, cuesta más encontrar aquí el manantial de la música popular y la culta que fue costumbre reconocer en su música. Pero esa nitidez permite más que nunca disfrutar de la osadía de muchas de sus estructuras y, como no, de las armonías vocales. Todo un arsenal en el que la presencia de los vástagos de Gloria es determinante: las partituras de Laura y Álvaro de Cárdenas son probablemente los momentos más escalofriantes del disco. La obra de Vainica Doble ofrece un resultado que es un motivo de orgullo imponderable para nuestra música, comparable a cualquiera de los hitos de la música pop en cualquier idioma, de cualquier época, en cualquier lugar. Y este es quizá su producto más depurado. César Sánchez, aka Fulgencio Pimentel. Publicado por Vinilísssimo

Creo que no hay capítulo alguno del pop español en que estas amadas chicas no puedan figurar con la habitual jerarquía que las ha caracterizado desde su aparición a finales de los años 60. Mari Carmen Santonja y Gloria van Aerssen, princesas de la ironía, la imaginación y la ternura. Vicente Fabuel
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El dúo formado por Carmen Santonja y Vainica Doble fue una figura fascinante dentro la escena musical española durante varias décadas, con un enfoque creativo inimitable. Taquicardia (1984) está considerado como uno de sus mejores y más experimentales álbumes. Folk, jazz, prog rock y música tradicional española se encuentran para crear un LP evocadoramente bello y cautivador. Notas interiores escritas por César Sánchez

En 1984 la Movida era un suceso de alcance internacional y sus hijos habían saludado a las Vainicas con la misma unción que el punk británico guardaba para ídolos teen como Marc Bolan. Pero costaría encontrar un disco de pop de esos años más impermeable a la Movida que este Taquicardia, cuyas autoras parece que ni supieran de tales devociones ni les importaran. Eternas diletantes, nada tenía de raro que la carrera de Gloria Van Aerssen (Dos Hermanas, Sevilla, 1932) y Carmen Santonja (San Sebastián, 1934) fuera avanzando casi siempre a impulsos de algún fan. Pero este salto sin red, como lo definió Mario Pacheco en alguna ocasión, solo podía cocinarse en una etiqueta respetuosa con sus artistas hasta la patología como Nuevos Medios y en un momento vital como el que atravesaba el dúo a mediados de la década. Fue el entusiasmo de Pacheco el que arrancó a la pareja de su mutismo para grabarles su sexto disco y el final de un ciclo, pues sus grabaciones posteriores serían a la postre un epílogo de lo que culminaba aquí de manera majestuosa. Elegante, clasicista, austero y, sin embargo, sonando por momentos a genuina vanguardia, Taquicardia es el reflejo de un estadio crítico en la vida de sus protagonistas. Desencantadas del escaso eco logrado por sus dos discos consecutivos para Guimbarda, los descomunales El eslabón perdido (1980) y El tigre del Guadarrama (1981), Gloria y Carmen se habían descubierto de pronto en el techo de su madurez y con las manos vacías. Célibe recalcitrante la una, enfrentada al descalabro de su matrimonio la otra, cansadas de mil mudanzas y mil empresas baldías, el dúo entrega aquí su obra más personal, introspectiva y amarga, que sin embargo, esta es la sorpresa, se despliega como por ensalmo en una soberana colección de llamadas al caos, fábulas libertarias y pletóricas canciones de amor. Amor que más parece una ensoñación del deseo y que hasta entonces se había manifestado pudorosamente fabulado, cuando no caricaturizado, en aras de la discreción de la que siempre hicieron gala. Encontramos pasión que se vuelve idolatría, coplas galantes tocadas por la gracia, pedazos de rencor conyugal, todo para desembocar en un himno de apabullante belleza como ‘Sígueme’, limpia, despojada, abrumadora. Gloria dijo sentirse tan avergonzada por el tono casi pastoral que se desprende del corte que se negó a aparecer en los créditos correspondientes. (Más tarde, por error, su nombre fue eliminado de los de ‘La funcionaria’). Por supuesto, es su voz la que lo inmortaliza, una voz por la que se cuela toda la tradición, por la que suena un país entero. Desnudas del oropel habitual con que las hubieron vestido los años precedentes, cuesta más encontrar aquí el manantial de la música popular y la culta que fue costumbre reconocer en su música. Pero esa nitidez permite más que nunca disfrutar de la osadía de muchas de sus estructuras y, como no, de las armonías vocales. Todo un arsenal en el que la presencia de los vástagos de Gloria es determinante: las partituras de Laura y Álvaro de Cárdenas son probablemente los momentos más escalofriantes del disco. La obra de Vainica Doble ofrece un resultado que es un motivo de orgullo imponderable para nuestra música, comparable a cualquiera de los hitos de la música pop en cualquier idioma, de cualquier época, en cualquier lugar. Y este es quizá su producto más depurado. César Sánchez, aka Fulgencio Pimentel. Publicado por Vinilísssimo

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En 1984 la Movida era un suceso de alcance internacional y sus hijos habían saludado a las Vainicas con la misma unción que el punk británico guardaba para ídolos teen como Marc Bolan. Pero costaría encontrar un disco de pop de esos años más impermeable a la Movida que este Taquicardia, cuyas autoras parece que ni supieran de tales devociones ni les importaran. Eternas diletantes, nada tenía de raro que la carrera de Gloria Van Aerssen (Dos Hermanas, Sevilla, 1932) y Carmen Santonja (San Sebastián, 1934) fuera avanzando casi siempre a impulsos de algún fan. Pero este salto sin red, como lo definió Mario Pacheco en alguna ocasión, solo podía cocinarse en una etiqueta respetuosa con sus artistas hasta la patología como Nuevos Medios y en un momento vital como el que atravesaba el dúo a mediados de la década. Fue el entusiasmo de Pacheco el que arrancó a la pareja de su mutismo para grabarles su sexto disco y el final de un ciclo, pues sus grabaciones posteriores serían a la postre un epílogo de lo que culminaba aquí de manera majestuosa. Elegante, clasicista, austero y, sin embargo, sonando por momentos a genuina vanguardia, Taquicardia es el reflejo de un estadio crítico en la vida de sus protagonistas. Desencantadas del escaso eco logrado por sus dos discos consecutivos para Guimbarda, los descomunales El eslabón perdido (1980) y El tigre del Guadarrama (1981), Gloria y Carmen se habían descubierto de pronto en el techo de su madurez y con las manos vacías. Célibe recalcitrante la una, enfrentada al descalabro de su matrimonio la otra, cansadas de mil mudanzas y mil empresas baldías, el dúo entrega aquí su obra más personal, introspectiva y amarga, que sin embargo, esta es la sorpresa, se despliega como por ensalmo en una soberana colección de llamadas al caos, fábulas libertarias y pletóricas canciones de amor. Amor que más parece una ensoñación del deseo y que hasta entonces se había manifestado pudorosamente fabulado, cuando no caricaturizado, en aras de la discreción de la que siempre hicieron gala. Encontramos pasión que se vuelve idolatría, coplas galantes tocadas por la gracia, pedazos de rencor conyugal, todo para desembocar en un himno de apabullante belleza como ‘Sígueme’, limpia, despojada, abrumadora. Gloria dijo sentirse tan avergonzada por el tono casi pastoral que se desprende del corte que se negó a aparecer en los créditos correspondientes. (Más tarde, por error, su nombre fue eliminado de los de ‘La funcionaria’). Por supuesto, es su voz la que lo inmortaliza, una voz por la que se cuela toda la tradición, por la que suena un país entero. Desnudas del oropel habitual con que las hubieron vestido los años precedentes, cuesta más encontrar aquí el manantial de la música popular y la culta que fue costumbre reconocer en su música. Pero esa nitidez permite más que nunca disfrutar de la osadía de muchas de sus estructuras y, como no, de las armonías vocales. Todo un arsenal en el que la presencia de los vástagos de Gloria es determinante: las partituras de Laura y Álvaro de Cárdenas son probablemente los momentos más escalofriantes del disco. La obra de Vainica Doble ofrece un resultado que es un motivo de orgullo imponderable para nuestra música, comparable a cualquiera de los hitos de la música pop en cualquier idioma, de cualquier época, en cualquier lugar. Y este es quizá su producto más depurado. César Sánchez, aka Fulgencio Pimentel. Publicado por Vinilísssimo

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En 1984 la Movida era un suceso de alcance internacional y sus hijos habían saludado a las Vainicas con la misma unción que el punk británico guardaba para ídolos teen como Marc Bolan. Pero costaría encontrar un disco de pop de esos años más impermeable a la Movida que este Taquicardia, cuyas autoras parece que ni supieran de tales devociones ni les importaran. Eternas diletantes, nada tenía de raro que la carrera de Gloria Van Aerssen (Dos Hermanas, Sevilla, 1932) y Carmen Santonja (San Sebastián, 1934) fuera avanzando casi siempre a impulsos de algún fan. Pero este salto sin red, como lo definió Mario Pacheco en alguna ocasión, solo podía cocinarse en una etiqueta respetuosa con sus artistas hasta la patología como Nuevos Medios y en un momento vital como el que atravesaba el dúo a mediados de la década. Fue el entusiasmo de Pacheco el que arrancó a la pareja de su mutismo para grabarles su sexto disco y el final de un ciclo, pues sus grabaciones posteriores serían a la postre un epílogo de lo que culminaba aquí de manera majestuosa. Elegante, clasicista, austero y, sin embargo, sonando por momentos a genuina vanguardia, Taquicardia es el reflejo de un estadio crítico en la vida de sus protagonistas. Desencantadas del escaso eco logrado por sus dos discos consecutivos para Guimbarda, los descomunales El eslabón perdido (1980) y El tigre del Guadarrama (1981), Gloria y Carmen se habían descubierto de pronto en el techo de su madurez y con las manos vacías. Célibe recalcitrante la una, enfrentada al descalabro de su matrimonio la otra, cansadas de mil mudanzas y mil empresas baldías, el dúo entrega aquí su obra más personal, introspectiva y amarga, que sin embargo, esta es la sorpresa, se despliega como por ensalmo en una soberana colección de llamadas al caos, fábulas libertarias y pletóricas canciones de amor. Amor que más parece una ensoñación del deseo y que hasta entonces se había manifestado pudorosamente fabulado, cuando no caricaturizado, en aras de la discreción de la que siempre hicieron gala. Encontramos pasión que se vuelve idolatría, coplas galantes tocadas por la gracia, pedazos de rencor conyugal, todo para desembocar en un himno de apabullante belleza como ‘Sígueme’, limpia, despojada, abrumadora. Gloria dijo sentirse tan avergonzada por el tono casi pastoral que se desprende del corte que se negó a aparecer en los créditos correspondientes. (Más tarde, por error, su nombre fue eliminado de los de ‘La funcionaria’). Por supuesto, es su voz la que lo inmortaliza, una voz por la que se cuela toda la tradición, por la que suena un país entero. Desnudas del oropel habitual con que las hubieron vestido los años precedentes, cuesta más encontrar aquí el manantial de la música popular y la culta que fue costumbre reconocer en su música. Pero esa nitidez permite más que nunca disfrutar de la osadía de muchas de sus estructuras y, como no, de las armonías vocales. Todo un arsenal en el que la presencia de los vástagos de Gloria es determinante: las partituras de Laura y Álvaro de Cárdenas son probablemente los momentos más escalofriantes del disco. La obra de Vainica Doble ofrece un resultado que es un motivo de orgullo imponderable para nuestra música, comparable a cualquiera de los hitos de la música pop en cualquier idioma, de cualquier época, en cualquier lugar. Y este es quizá su producto más depurado. César Sánchez, aka Fulgencio Pimentel. Publicado por Vinilísssimo

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